Hola, ¿Qué tal? Ya estoy de nuevo por aquí.
Si no has leído los otros posts de esta trilogía sobre gafas y lentillas, pincha aquí y aquí.
En esta ocasión os hablaré un poquito de mi historia de cómo me di cuenta de que no veía tres en un burro, ja, ja, ja.
¿Cómo me di cuenta de que veía mal?
Todo comenzó el primer día de colegio, me acuerdo perfectamente. Estaba en infantil (4 añitos tenía nada más), me senté en la silla de clase junto con el resto de mis compañeros, y cuando fui a ver lo que ponía la profe en la pizarra (obviamente no eran letras para leer porque no sabíamos aún), veía desenfocado, borroso como solemos decir.
Lo tomé como algo normal, no sabía que existía la posibilidad de ver bien la pizarra. Entonces, mi madre, al acabar la jornada escolar me preguntó que qué tal el primer día, y le conté muchas cosas que no me acuerdo, pero lo que sí que recuerdo de manera muy cristalina es que le dije “No veo bien la pizarra”, pero no lo dije en modo preocupación, lo dije como algo normal, lo que pasa es que me sentía molesta por no poder ver lo que la profe escribía porque tardaba más en enterarme y tenía que preguntar al que tenía al lado.
Mi madre me llevó al oculista enseguida, y efectivamente me encontró miopía y astigmatismo. No voy a entrar en explicaciones y diferencias con hipermetropía y otras cosas porque da para otro post, pero os puedo decir que no enfocaba las imágenes y no veía de lejos.
Me graduaron la vista y me hice unas gafas, caras por cierto, porque baratas no eran, ni son. Descubrí un mundo nuevo tanto para lo bueno como para lo malo.
Mundo con gafas
Podía ver más allá de media distancia. Todo estaba enfocado. Podía ver los carteles de las tiendas a lo lejos, números, personas, coches, etc. Lo malo fue el acostumbrarse a las gafas. Ver bien era una maravilla pero tenía un precio:
- a) Para empezar los dolores de cabeza, ya que los ojos se tenían que acostumbrar a la nueva situación, no eran muy fuertes pero sí molestos. Me dolía por la frente, eso significa cansancio, seguramente ocular, por hacer trabajar a los ojos en el tema de enfoques.
- b) Los roces, como ya he dicho en los anteriores posts. La zona de detrás de las orejas se te quedaba en carne viva con tanto roce. Es cierto que te las arreglan en la óptica, y gratis, pero hasta que se encuentra “la postura” pasas por este proceso. También se roza el puente de la nariz. Cuando te quitas las gafas tienes la marca. Remarcar que en verano con el sudor esto se agrava.
- c) Cuando te tumbas a leer las patillas se te clavan si te pones hacia un lado, además de que el punto de enfoque de las gafas se desplaza, y no ves.
- d) Si eres un escolar como lo era yo tenías que llevar cuidado con los balones en los recreos. Una vez me dieron por accidente un pelotazo en la cara y me doblaron las gafas. Tuve que ir a la óptica a que me las pusieran en su sitio, que afortunadamente se pudo, no se rompieron.
- e) Otra cosa como escolar es la clase de gimnasia. Los profesores recomiendan quitarse las gafas para evitar roturas, ya que saben que son caras. El problema es que para ciertas actividades las necesitabas porque, como era mi caso, no veía nada desde media distancia. Por ejemplo, saltar el potro era fastidioso porque yo me lo encontraba de golpe al saltar, porque no lo veía venir. Decidí hacer gimnasia con gafas bajo mi responsabilidad. Mis habilidades mejoraron 100%, porque lo veía todo.
- f) El tema piscina. Entrar a la piscina con gafas eso va con cada uno. Si vas a hacer el burro en el agua no lo recomiendo porque se te van a caer, y además el cristal “desaparece” bajo el agua, por el tema de la refracción de la luz. Yo sí que me he bañado con gafas de sol graduadas, pero no he buceado porque el cloro luego mancha el cristal, aparte porque con un cristal mojado no se ve nada cuando sales a la superficie. Es muy incómodo. Si te quitas las gafas para entrar a la piscina corres el riesgo de no ver a la gente que se baña, como me pasa a mí.
- g) Cuando te agachas para buscar algo, por ejemplo debajo del sofá, se te levantan del puente de la nariz y, como cuando lees de lado, se te va el punto de enfoque por completo y no ves nada.
- h) La piel. La piel de la cara tiene una grasilla protectora superficial, al igual que las manos, que aunque te las laves se tiene. Cualquier roce con el cristal de las gafas, ya sea con el dedo accidentalmente porque te has querido subir las gafas porque se te escurren por el sudor de verano, o te las has subido demasiado que te toca el cristal con tus párpados, hace que se te quede una película blanquecina de grasilla que te incomoda a la hora ver. ¡Qué decir si te dan dos besos en un saludo! La grasilla de tus mejillas o las de tu simpático conocido se te quedará en los cristales, por no hablar del incómodo choque de gafas si tu conocido también lleva.
- i) Pestañas. Un problema que me he encontrado con las pestañas es que yo las tengo largas. Al principio de ponerme las gafas las pestañas me chocaban contra los cristales y era bastante incómodo. Con el paso de los meses inevitablemente las pestañas se va acortando a medida de la distancia entre ojo cristal. Adiós a mis pestañacas.
- J) Como último punto sobre las gafas destacaré que, desde el ojo hasta el cristal, en ese “hueco” se pierde un poco de visión, con lo cual, el óptico tiene que elevar un poquitín las dioptrías en el cristal.
Mundo con lentillas
Después de la parrafada que os acabo de soltar sobre las gafas, que si os habéis dado cuenta son más contras que pros (en mi opinión) hablaré ahora de las lentillas.
Me puse lentillas por primera vez terminando la primaria y os puedo decir que fue lo mejor que pude hacer.
Para empezar lo veía todo de su tamaño normal. Sí, como leéis. Al tener tantas dioptrías (8.50 en cada ojo) con las gafas se ve todo más pequeño, mis manos, los platos de comida, etc. Con las lentillas es todo “al natural”. Además de decir que en gimnasia podía verlo todo sin notar al correr o saltar la montura de las gafas moverse. Yo estaba, y estoy, encantada.
Las lentillas también tienen un precio a pagar:
- a) El más importante. Suben la tensión ocular, que no es la misma que la tensión arterial. Si sube mucho la tensión ocular y no se trata correctamente puede desencadenar en glaucoma u otros problemas. Pero no hay que asustarse, normalmente aunque suba, sigue estando dentro de los estándares propuestos por los oftalmólogos. Pero nunca está de más hacerse una revisión de vez en cuando.
- b) Sientes libertad, porque no tienes la montura de las gafas rozándote la nariz, la parte de atrás de las orejas, no se resbalan con el sudor, etc.
- c) Cuando se te mete algo en el ojo sientes que se te ha metido un elefante. Cualquier pelusilla que entre en contacto con tu ojo (por sí solo o en día de viento) hará que te parezca que te han disparado con un cañón directamente hacia tu ojo. El truco, o te quitas la lentilla corriendo, la enjuagas y dejas descansar el ojo hasta que expulse la pelusilla por sí solo, o lo dejas llorar, porque llorará, hasta expulsar la pelusa, pelito o lo que se te haya metido. Muy importante, NO FROTAR el ojo cuando se te meta algo. Puedes arañarlo, y puedes estropear la lentilla. Si te haces una herida tienes que despedirte una temporada de las lentillas, porque duele mucho tenerlas puestas con una micro herida en el ojo.
- e)Hay que limpiarlas diariamente. El ojo, la lágrima para lubricar el ojo tiene varias sustancias, entre ellas unas proteínas. Pues esas proteínas se depositan sobre la lentilla dejando una capa blanquecina, difícil de quitar (si son desechables despídete, y si no las llevas a la óptica a que las limpien) y es molesto, porque es como si tuvieses una cortina translúcida todo el rato en la vista. Supongo que como una catarata.
- f) No es aconsejable dormir con ellas. Al menos las que yo uso. No sé si en el mercado habrá (creo que sí) preparadas para ello. Las que no están preparadas, el ojo al dormir baja la cantidad de lubricación y la lentilla se pega al ojo cosa buena. Si te has echado una buena siesta y tienes como la sensación de tener dos platos metidos dentro de los ojos no te asustes. Puedes echarte unas gotas del mismo líquido de lentillas, parpadeas un poco y ya está. NUNCA intentes quitártelas con el ojo seco. Será muy difícil y puedes romper la lentilla, porque habrá hecho efecto ventosa del bueno.
- g) Tienen derecho y revés. Las lentillas tienen forma de cuenco, que es en esa forma como hay que ponerlas en el ojo. Y las doblas y les das la vuelta y las observas, se quedan con la forma de un plato hondo, es decir con los bordes hacia fuera. Si te las colocas casi lo único que va a pasar es que sospeches que te las has puesto mal, porque no va a hacer el efecto ventosa y no van a “pegarse nunca al ojo”, de hecho al parpadear puede que se te caigan.
Como podéis ver, aunque esta trilogía de post sobre lentillas y gafas parecen iguales, no lo son.
Espero que os haya gustado, y si queréis comentar algo no dudar en hacerlo.
¡Hasta pronto!